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martes, 6 de diciembre de 2022

COLUMNA DE OPINION

“Fechas que trascienden en el tiempo”

El 11 de septiembre se celebra el Día del Maestro, por ser la fecha del fallecimiento de Don Faustino Sarmiento. El Maestro, ese ser que acompaña los primeros pasos de nuestros niños y niñas, a quien confiamos lo más sagrado que tenemos, “nuestros hijos”, por un tiempo prolongado a lo largo de las semanas, de los meses, de los años.

La Escuela, ese segundo hogar. Un lugar donde se aprende, se juega, se tiene contacto con otros pares. Tanto docentes, como edificios y material didáctico, temo que no tienen hoy en día, la atención que debieran por el grado de importancia que representa su función, de formación de los ciudadanos de mañana. Los gobiernos pasan y la educación queda cada vez más relegada de los intereses políticos, cuando debería ser al revés. Fechas como la del Día del Maestro van pasando inadvertidas para muchos con posición de tomar decisiones en los estamentos gubernamentales, sin embargo, es notorio para padres y educadores, que ven deteriorarse el otrora alto nivel que ostentaban ante el mundo nuestro nivel educativo. Bajo salario docente, instalaciones escolares con muy poco o ningún mantenimiento por años por parte del Estado. A esto se suma el actual crecimiento de manifestaciones agresivas, no sólo verbales sino físicas también de progenitores hacia los docentes. ¿Qué nos ha pasado? ¿Qué diría Don Faustino, si viera hoy como están sus maestros, sus escuelas, sus alumnos?, aquel de quien Carlos Pellegrino dijera “el cerebro más poderoso que haya producido América”, ¿qué reflexión haría de la actual situación educativa? Sarmiento, pensaba que la educación había que tenerla como base, sobre todo, para salir adelante en la vida y en la sociedad; creó un enorme número de escuelas e hizo aumentar notablemente la tasa de alfabetización. Hoy, leemos en las noticias la preocupación de los educadores por la disminución de alumnos que completan el ciclo primario o secundario. Impresiona, pero por lo desagradable, ver que las universidades deban armar un rápido temario nivelador en comprensión de texto, porque ven llegar a los alumnos sin comprender lo que leen, o en matemática, repasando desde lo más básico: los números reales, los naturales, los conjuntos… A esto hemos llegado en Argentina.

Países como Japón, se sitúan en los primeros puestos del ranking PISA, un estudio a nivel mundial que mide el rendimiento escolar de los alumnos en ciencia, lectura y matemáticas). Después de la Segunda Guerra Mundial, ese país cambió e inmediato su Plan de Enseñanza: fomentan la colaboración y el trabajo en equipo de los alumnos, la disciplina y la meritocracia. Se pasó a destacar desde ese período de la guerra hasta hoy, la importancia de los valores, que es sembrada en los corazones y mentes de los alumnos desde muy pequeños. Son evaluados en matemáticas, ciencia, lengua e historia; pero también en economía doméstica (aprenden a cocinar, por ejemplo), caligrafía, poesía o cursos de educación moral. En la mayoría de los colegios primarios y secundarios de Japón, los estudiantes tienen que lavar, quitar el polvo y servir la comida como parte de su rutina escolar. Y ningún padre o madre se queja. ¿Cómo lo van a hacer, si viven en uno de los países más limpios del planeta? No porque el Estado se la pase limpiando, sino por su conciencia ecológica y colaborativa aprendida de niño.

Seguramente, la próxima vez que vayamos a las urnas, deberemos pensar algo distinto, algo nuevo, que muy bien podría ser: ¿cuál es el plan educativo, sociocultural que propone este partido, esta gente. Y sea ese uno e los pilares donde pueda apoyarse una estructura más firme y que valla delineando el resto de las necesidades primarias de nuestra sociedad.

Japón tuvo que pasar por una Guerra Mundial hasta advertir esto. Demos gracias al Creador, que nosotros no hemos sufrido tal cataclismo, pero que no sea necesario para tener que abrir los ojos. Lo bueno es que estamos a tiempo, nunca es tarde para cambiar. Pero cambiemos. El camino que estamos siguiendo desde hace muchos años, no nos marca un derrotero muy ambicioso, excepto para el bolsillo de algunos pocos entre las clases más altas casi siempre vinculados a la política. Participemos, dialoguemos y generemos ámbitos de participación de este tema, porque mucho está en juego para el futuro de nuestra Patria. Y la salida: ¡Es posible!

Víctor Sisterna