El 11 de septiembre se celebra el Día del Maestro, por ser la fecha del fallecimiento de Don Faustino Sarmiento. El Maestro, ese ser que acompaña los primeros pasos de nuestros niños y niñas, a quien confiamos lo más sagrado que tenemos, “nuestros hijos”, por un tiempo prolongado a lo largo de las semanas, de los meses, de los años.
La Escuela, ese segundo
hogar. Un lugar donde se aprende, se juega, se tiene contacto con otros pares.
Tanto docentes, como edificios y material didáctico, temo que no tienen hoy en
día, la atención que debieran por el grado de importancia que representa su
función, de formación de los ciudadanos de mañana. Los gobiernos pasan y la
educación queda cada vez más relegada de los intereses políticos, cuando
debería ser al revés. Fechas como la del Día del Maestro van pasando
inadvertidas para muchos con posición de tomar decisiones en los estamentos
gubernamentales, sin embargo, es notorio para padres y educadores, que ven
deteriorarse el otrora alto nivel que ostentaban ante el mundo nuestro nivel
educativo. Bajo salario docente, instalaciones escolares con muy poco o ningún
mantenimiento por años por parte del Estado. A esto se suma el actual
crecimiento de manifestaciones agresivas, no sólo verbales sino físicas también
de progenitores hacia los docentes. ¿Qué nos ha pasado? ¿Qué diría Don
Faustino, si viera hoy como están sus maestros, sus escuelas, sus alumnos?,
aquel de quien Carlos Pellegrino dijera “el cerebro más poderoso que haya
producido América”, ¿qué reflexión haría de la actual situación educativa?
Sarmiento, pensaba que la educación había que tenerla como base, sobre todo,
para salir adelante en la vida y en la sociedad; creó un enorme número de
escuelas e hizo aumentar notablemente la tasa de alfabetización. Hoy, leemos en
las noticias la preocupación de los educadores por la disminución de alumnos
que completan el ciclo primario o secundario. Impresiona, pero por lo
desagradable, ver que las universidades deban armar un rápido temario nivelador
en comprensión de texto, porque ven llegar a los alumnos sin comprender lo que
leen, o en matemática, repasando desde lo más básico: los números reales, los
naturales, los conjuntos… A esto hemos llegado en Argentina.
Países como Japón, se
sitúan en los primeros puestos del ranking PISA, un estudio a nivel mundial que
mide el rendimiento escolar de los alumnos en ciencia, lectura y matemáticas).
Después de la Segunda Guerra Mundial, ese país cambió e inmediato su Plan de
Enseñanza: fomentan la colaboración y el trabajo en equipo de los alumnos, la
disciplina y la meritocracia. Se pasó a destacar desde ese período de la guerra
hasta hoy, la importancia de los valores, que es sembrada en los corazones y
mentes de los alumnos desde muy pequeños. Son evaluados en matemáticas,
ciencia, lengua e historia; pero también en economía doméstica (aprenden a
cocinar, por ejemplo), caligrafía, poesía o cursos de educación moral. En la
mayoría de los colegios primarios y secundarios de Japón, los estudiantes
tienen que lavar, quitar el polvo y servir la comida como parte de su rutina
escolar. Y ningún padre o madre se queja. ¿Cómo lo van a hacer, si viven en uno
de los países más limpios del planeta? No porque el Estado se la pase
limpiando, sino por su conciencia ecológica y colaborativa aprendida de niño.
Seguramente, la próxima
vez que vayamos a las urnas, deberemos pensar algo distinto, algo nuevo, que
muy bien podría ser: ¿cuál es el plan educativo, sociocultural que propone este
partido, esta gente. Y sea ese uno e los pilares donde pueda apoyarse una
estructura más firme y que valla delineando el resto de las necesidades
primarias de nuestra sociedad.
Japón tuvo que pasar por
una Guerra Mundial hasta advertir esto. Demos gracias al Creador, que nosotros
no hemos sufrido tal cataclismo, pero que no sea necesario para tener que abrir
los ojos. Lo bueno es que estamos a tiempo, nunca es tarde para cambiar. Pero
cambiemos. El camino que estamos siguiendo desde hace muchos años, no nos marca
un derrotero muy ambicioso, excepto para el bolsillo de algunos pocos entre las
clases más altas casi siempre vinculados a la política. Participemos,
dialoguemos y generemos ámbitos de participación de este tema, porque mucho
está en juego para el futuro de nuestra Patria. Y la salida: ¡Es posible!
Víctor Sisterna